Cuando por fin puedes sentir algo de compasión

A través de mi querida profesora de yoga para niños, Christine McArdle, conocí por primera vez el proyecto, The global Dress Movement, de Carola Solis, que me llamó la atención al instante, aunque por aquel entonces no entendí todo el impacto que me iba a suponer. Me gustaba estéticamente y me gustaba el mensaje, pero aún estaba lejos de entender toda su trascendencia y poder incorporarlo en mi vida. Esa idea de que, para quienes hemos sufrido violencia de género, podemos señalarlo y denunciarlo, pero no desde el odio, sino desde la compasión, estaba muy lejos de lo que era capaz de ver. Entonces no era capaz ni de admitir en qué magnitud lo había sufrido, como para poder aún sentir compasión. Sí reconocía haber tenido algún novio un poco “machista”, pero no era para tanto… El caso es que una experiencia de maternidad brutal me ha dado la vuelta de arriba a abajo, y una de las cosas que me ha permitido cuestionarme ha sido mi construcción de identidad como mujer, con todo lo que ello ha supuesto. Por suerte he hecho una gran revisión a este tema, porque ha sido un regalo permitirme este cuestionármelo todo.

Así, años después de haber conocido la ropa de Carola, la siguiente que la vi, ya completamente revuelta, entendí que el mensaje que traía era muy potente… ¿Sentir que yo soy poder, amor y paz? ¿Sentir compasión con quien me hizo daño? ¿Acaso era capaz de algo tan grande? En aquel entonces, claramente no. En esa etapa yo estaba transitando el poner nombre a toda la violencia que se ha ejercido sobre mí a lo largo de mi vida (simplemente por habitar un cuerpo de mujer), tanto simbólica, como estructural, psicológica, física y hasta sexual… Veía como aparecían cada vez más y más detalles (de esos que, hasta entonces, tan bien me habían enseñado a ignorar, mirando para otro lado) y, ¿cómo iba a sentir yo compasión? Estaba transitando mi etapa de haberme “caído de un guindo”, había escrito un libro sobre mi experiencia de embarazo y parto, habiendo entendido muchas cosas de mi misma, que no me gustaban nada de nada (de nuevo muy relacionada con mi socialización en ese rol que tanto me encorsetó), y necesitaba conectar con mi enfado tanto tiempo bloqueado. Pero ahí estaba de nuevo el mensaje de Carola (diciendo claramente algo así como “Nosotras podemos señalar el daño, pero desde otro lugar: desde nuestro poder, nuestra paz y nuestro amor”). También estuvo mi maestra Christine, para regalarme esa preciosa falda, que yo tanto miraba y miraba, sin atreverme a tomar la decisión. Falda que me enamoró, pero que me veía incapaz de llevar. La miraba, me encantaba, pero yo todavía no me sentía ahí; todavía necesitaba gritar y sacar mucha rabia de dentro de mí.

Pero pasó algo de tiempo más y pude ir haciendo el trabajo intenso de ir colocando, aceptando, a la vez que reivindicando, pero cambiando y moderando mi tono, mis maneras. Debo confesar que muchas veces me decía “Para la siguiente presentación del libro, ¡llevo puesta mi falda!”, pero aún no podía… He ido viendo cada vez con mayor claridad como de estos temas (del daño que nos han hecho a las mujeres) podemos hablar con amor y serenidad, pero todavía me costaba hacerlo. Hace falta un posicionamiento muy fuerte para ello, y mucho trabajo de sanación. Pero si estás en ese camino, solo es cuestión de tiempo…

Así llegó el momento en el que abrí el armario y me dije “¡Hoy es el día!”. De modo que, en la pasada Feria del Libro de Madrid, este 2023 (bastante tiempo después de que conocí el proyecto, y bastante también de cuando colgué la falda en el armario), sentí que por fin me sentía capaz de ir a llevar claramente mi mensaje ahora (que las mujeres también sufrimos violencia obstétrica, entre otros muchos más tipos de violencia de género), pero ya no desde el enfado, sino desde el “¡Y somos capaces de cambiar esto desde el amor!”. ¿Y tan fuertes nos considero? ¡Claro que sí! ¡Somos capaces de engendrar vida en nuestros úteros, y somos capaces de parirla, amamantarla y criarla! Yo ahora sí me reconozco como poder, paz y amor, y veo como están haciendo esa transformación muchas más a mi alrededor. Hemos tenido que trabajar mucho con esa que se creía débil primero y que se reconoció rabiosa de dolor después, para ahora empezar a vernos en otro lugar.

Ese día de la Feria del Libro lucí la falda embriagada de un inmenso amor. Continuamente bajaba la mirada y me conectaba con su mensaje. De hecho, era como si ni hiciera falta leerlo, sino que solo sentir su roce en la piel me lo recordaba. “¡Soy poder! ¡Soy paz! ¡Soy amor!”. Y felizmente me siento así. Gracias, Carola, por traernos un mensaje tan necesario, y gracias mujeres valientes, por atrevernos a llevarlo puesto y abanderarlo: bien visible para los demás, y bien sentido para nosotras mismas, que tanto lo necesitamos.

Rosa Pulido Valero

Instagram: @rosapulidovalero

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *